La trufa más consumida en la tradición culinaria italiana, preservada en aceite, sin conservantes ni colorantes, de manera que su grano interno, su maduración perfecta y la belleza e integridad de sus láminas garanticen la misma sensación elegante y refinada que se obtiene con las trufas frescas. Su fragancia y su sabor delicado, similares a los de la trufa negra pero más sutiles, te abrirán un abanico extraordinario de posibilidades gourmet, mucho más allá de los platos clásicos de los restaurantes. Pastas, huevos rotos, polenta, tartars, cordero, pulpo a la parrilla… ¡e incluso postres! Flan de huevo trufado, mousse de chocolate y trufa, tarta de queso y chocolate trufada…